¿QUIÉNES SOMOS? ¿QUÉ HACEMOS?

La Asociación Civil TALLER FLOTANTE es una plataforma de proyectos relacionados al territorio islas y costa de la cuenca sur del Plata – Paraná. Es un espacio de producción, investigación y experimentación extra disciplinar y autogestivo, que busca superar visiones establecidas y divisiones políticas. Se trata de conjugar una serie de trabajos de despliegue territorial, con la activación de proyectos. En el acto de recorrer, viajar, propiciar el encuentro y el relato, activamos representaciones de un espacio emocional colectivo y volvemos a dotar a las representaciones territoriales de su vocación. Se trata de re-dotar al agua (marrón) de su aspecto simbólico, que pierde en su construcción moderna como H2O (agua universal incolora, inodora, insípida). El agua marrón del Paraná que arma y desarma lugares, por donde entran y salen migrantes de todo tipo y especie. Quizás allí resida una clave de identidades mestizas; un territorio inestable, que construye identidades en tránsito permanente. Trabaja desde la circulación de los territorios como forma de conocimiento, de lectura y escritura simultánea, a través de expedicionarios (investigadores, escritores, comunicadores, docentes, baqueanos etc.). La comunidad y el paisaje conviven en intercambios de saberes, desde modos y medios que cada unx dispone para interpretar los que acontece in situ. Su modalidad es de talleres y/o laboratorios; son las iniciativas que movilizan, vocaciones, testimonios, relaciones, generando nuevas estéticas. Cada proyecto desenlaza datos, relatos, informes, imágenes, objetos, formas, que desocultan la escala íntima del territorio, y lo exponen empoderado en las escalas regional y global que lo atraviesan (hidrovía Paraná-Paraguay, corredor bi-oceánico). Desde allí se constituye lo colectivo y se construye “lo público”. Fomentando la contaminación de saberes, la creación de híbridos y la copulación técnica/artística/ancestral que habilita nuevos mundos posibles.

Crónica periodística del Taller Flotante 4º entrega - por Claudio González

La fuerza omnipresente del río marca la realidad de las islas y los isleros

A pesar de que desde Victoria las crecientes no son extrañas, es distintos el impacto con que se viven estos fenómenos naturales en las islas, donde prácticamente todas las construcciones de la zona tienen incluso hoy la marca clara y contundente del nivel al que llegaron las aguas en la última inundación, que no consiste sólo en la llegada del agua, sino también en el daño que deja.

Hablar de la inundación en nuestra región no es hablar de algo desconocido, al punto de que en las zonas bajas del Quinto Cuartel y en distintos distritos, entre otros puntos, la presencia del agua con la crecida avanza hasta incluso ingresar en algunos hogares, cortar caminos, inundar zonas en las que habitualmente se llevan a cabo distintas actividades.
El paso del agua no es gratuito. Ocurre en toda zona inundable. No sólo queda la marca del nivel al que llegó el río, sino también una larga serie de daños provocados por el mismo movimiento del agua, algo parecido a lo que ocurre en las calles de la ciudad con las lluvias, pero de mucha mayor magnitud.
De ahí que la totalidad de las construcciones se levanten sobre pilotes que colocan el piso muy por encima de lo que se supone sería el máximo que puede crecer el río, una cota que -de hecho- es bastante discutible.
La visita que los expedicionarios realizamos a la escuela Leandro N. Alem fue interesante desde ese punto de vista, además de la cuestión pedagógica, que de por sí es compleja en esos espacios en los que llegar a la escuela no es tan sencillo como en la ciudad.
Inaugurada en épocas del gobernador Mario Moine, la escuela Alem se levanta sobre una serie de columnas de hormigón que la sostienen bastante más allá de un metro por encima del nivel que alcanzaron las aguas en la última gran creciente, hace apenas dos años, cuando en Victoria el agua estuvo muy cerca de avanzar sobre el circuito de corsos.
En aquel entonces, el río cubrió el patio escolar hasta dejar a edificio casi como flotando sobre el mar marrón del Paraná, pero cuando las aguas bajaron se pudo observar debajo de los pilotes cómo las layas se habían resquebrajado por la acción del río, que al chocar con las columnas generaba intensos remolinos que multiplicaron su impacto en el cemento.
En la visita le consultamos al delegado de Arquitectura de la provincia en Victoria, Ignacio Marcó, sobre ese desgaste, y explicó que lo que se podía ver no implicaba un riesgo para el edificio, al menos en este nivel de impacto, pero que sucesivas crecientes con efectos similares, y en la medida en que no se fuera realizando la reparación correspondiente, sin dudas terminarían socavando el basamento del edificio.
Si bien estamos aún muy lejos de este riesgo, la señal es interesante también desde otro punto de vista: si el agua rompe con tanta facilidad el cemento, con mucha más razón orada la tierra que encuentra a su paso.
Desde este punto de vista, la primera deducción posible es que pareciera no haber un tipo de construcción que garantice que el impacto del río no va a hacerse sentir, y al hablar de construcción no sólo nos referimos a edificios, casas, cabañas… sino también a terraplenes, barrancas, e incluso modifica cauces.
Como se recordará, la inundación de 2010 se llevó buena parte del terraplén de la empresa Bema Agri BV. Con esa perspectiva también recordamos las discusiones que surgieron en su momento en relación con la construcción de la unión vial con Rosario, que parece haber resistido más que bien los embates de las crecientes que le ha tocado vivir, y que no fueron las más grandes que se recuerden.
Pero así como al chocar contra los pilotes el agua afecta no al pilote en sí sino al piso sobre el que corre, surge la pregunta: ¿cuál ha sido el impacto de la unión vial sobre el efecto de las inundaciones?
De hecho, no parece haberse notado demasiado, más allá de que la reducción de la sección de paso que implica la sucesión de terraplenes y puentes debió haber acelerado el paso del agua por el principio de Bernoulli (si el caudal de un fluido es constante pero la sección disminuye, necesariamente la velocidad aumenta tras atravesar esta sección).
Curiosamente una de las expectativas que desde algunos sectores se tienen en torno al desarrollo de la unión vial es la construcción de una serie de complejos turísticos en los alrededores de la traza (algo que “justificó” incluso planteos como el del parque regional Alto Delta, no para evitar esos asentamientos, sino para regularlos), sin embargo, el impacto que irán teniendo la sucesivas inundaciones (que las habrá, no lo dude) justamente en esos espacios críticos no parece haber sido considerado como un factor de riesgo para el desarrollo de estos emprendimientos.
A esta altura, tal vez, el lector dirá: ¿Cómo llegamos de una cosa a la otra? Es simple: los efectos que se ven a pequeña escala (como el agua impactando con los pilotes de la escuela) permiten imaginar qué es lo que puede estar pasando a gran escala (la creciente presionando sobre la unión vial).
Si bien buena parte de estos efectos no se ven directamente, de alguna manera están, y se manifestarán cuando muy probablemente ya sea difícil de solucionar.
Por estos días uno de los temas en boga es el del corte que el empresario Enzo Mariano realizó a un curso e agua, una zanja según él mismo definiera.
Pareciera que nadie se pregunta a dónde va el agua que antes drenaba por allí, porque lo único que no va a dejar de hacer el agua es buscar un camino.
El terraplén, el dique que construyó Mariani sobrevivió a las últimas inundaciones… ¿dónde impactó el agua que naturalmente fluía por el arroyo De la Cruz?
Tal vez parte de la naturaleza humana incluye la inconsciente convicción de que podemos hacer del mundo lo que queramos si pagar demasiadas consecuencias. Fenómenos como la desertificación, el calentamiento global, y otros “derivados” de la Revolución Industrial van tendiendo a generar la conciencia de que no es así. Lo que se hace, de una u otra manera se paga en la naturaleza. Lo que cambiamos aquí, repercute allá, y a su vez eso impacta en otro lugar, y como un efecto mariposa una mínima alteración en un lugar puede ser grave en otro.
Hoy se sabe que muchos fenómenos no son previsibles, rompiendo el mito de la previsibilidad científica, característico de la modernidad, un mito que puede ser peligroso cuando se lo mezcla con otro mito del pensamiento liberal: se puede hacer cualquier cosa con lo que es de nuestra propiedad.
La verdad es que sí, pero hay que hacerse responsable de las consecuencias de lo que se hace, y -como si leyéramos a medias- esa es la parte que rara vez entendemos.
C.V.G.



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